jueves, 1 de noviembre de 2012

La amistad de Cándido López y el Dr. Lucilo del Castillo







Cándido López
Autorretrato

Cándido López
Fotografía


Durante la Guerra del Paraguay o Triple Alianza, en el sangriento ataque de Curupaytí, el conocido pintor argentino Cándido López recibió graves heridas. Un casco de metralla le despedazó la mano derecha. En el Hospital de Sangre de Curuzú el Dr. del Castillo realizó la primera intervención. Luego en Buenos Aires, fue operado por el mismo cirujano que debió amputarle el antebrazo hasta arriba del codo. Esa amputación fue necesaria para salvarle la vida. A pesar de la adversidad, durante dos años y con gran voluntad, el pintor reeducó su mano izquierda y pintó para su médico, como testimonio de gratitud la tela titulada Rancho en el que vivió el doctor del Castillo en el campamento de Tuyutí, en el año 1865. Este óleo fue donado por la familia del Castillo al Museo Histórico Enrique Udaondo, de Luján.




Rancho en el que vivió el doctor del Castillo...

 Bibliografía: Codeseira del Castillo, Celia. Lucilo del Castillo y la medicina de su tiempo. Buenos Aires, Santiago Apóstol 2002. p. 23.





DIARIO DE VIAJE DE CANDIDO LÓPEZ:

"Regresé, y cuando estaba próximo a la zanja vi las cabezas de las columnas de la División Arredondo que ya iban a trasponer la zanja en cuestión. Me senté al pie de un tronco que había inmediato a ella y con un pañuelo empecé a vendarme la herida. Cuando las tropas de la Segunda División habían terminado su pasaje, vino hasta mí mi asistente, que se había enterado de mi herida. En ese momento yo siempre sentado, estaba mirando en dirección a la trinchera. El sacó un gran pañuelo a cuadros blancos y colorados y con él hacía sombra a mi herida. De pronto una granada estalló a nuestro lado y uno de sus cascos hirió mortalmente a mi estimado González, cuyo pañuelo cayó sobre mi herida. Este doloroso suceso me hizo pensar que debía buscar una posición menos expuesta a las balas del enemigo, y me introduje en la zanja, habiéndome en esta situación puesto el brazo en cabestrillo, sirviéndome para ello del pañuelo que me dejó mi asistente. Desde allí estuve observando largo rato la batalla, esto me sirvió para recuperar las fuerzas, pero mi herida era sumamente dolorosa. No sé qué tiempo estuve en esta posición, cuando de repente oí el toque de atención y retirada. Volví la vista de donde partía, y vi al general Mitre, siempre con su viejo trompa de órdenes en una actitud tal que me infundió las fuerzas que necesitaba así, por mis propios medios, poder trasladarme a mi campamento en Curuzú, a donde llegué ya tarde, encontrándome con el Dr. Lucilo del Castillo, quien con toda solicitud puso hilas y vendas."

El Tribuno, San Nicolás, 29-VIII-1940
 

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